La felicidad es el problema2 min read

Gracias a la referencia, y presente, de mi amigo Pablo, lei un libro de Mark Manson titulado «El sutil arte de que te importe un carajo» (The subtle art of not giving a fck). Del libro desprenderé varias ideas que me parecen valiosas, pero quiero comenzar con una que me llamó la atención: la felicidad es el problema.

En mi camino, cada vez más he encontrado una ligación muy estrecha entre la felicidad y la disciplina. Las personas disciplinadas, en mi opinión, tienen más chances de ser felices que las que no debido a que gracias a la creación de hábitos, la práctica deliberada, y el hacer las cosas que no nos gustan, logramos las cosas que nos son más importantes, que nos hacen más felices. Esto, junto a algunas ideas de personajes como Jordan Peterson, que sugiere que el sufrimiento es parte de la realidad, por ende, es un sinsentido intentar sustituirlo. Claro, la idea no es sufrir, pero tampoco es «no-sufrir».

Manson aporta una nueva perspectiva. Se basa en la premisa de que los problemas en la vida siempre existirán, y lo que hace a una persona más o menos feliz es la calidad de los problemas a los que afronta. El sufrimiento tiene una razón de ser biológica, y es lo que nos empuja a nuevos horizontes. Por mucho que nos moleste, el dolor y el sufrimiento son necesarios y bastante útiles.

Uno de los argumentos principales, que me parece acertado, es que «la receta mágica está en resolver problemas, no en no tenerlos». Entender este aspecto de la realidad es clave, porque si lo que intentamos es huir de los problemas, nos frustraremos al encontrar que no es posible. La felicidad es el proceso, no el resultado.

Por otro lado, si mejoramos la calidad de nuestros problemas, mejoramos nuestra calidad de vida y nuestra felicidad. La felicidad requiere lucha, requiere esfuerzo, requiere que nos enfrentemos a cosas que no nos queremos enfrentar, involucra hacer cosas que nos parecen aburridas, solicita que algo nos duela para crecer. Todo lo difícil cuesta, y cada vez que resolvemos un problema, aparecen otros mejores.

Si tenemos el problema de una mala salud por falta de ejercicio y nos inscribimos en el gimnasio, abrimos las puertas a otros problemas como «¿cómo hago para levantarme más temprano?», «¿cómo cambio mi estructura de día para acomodar este tiempo?», «¿dónde compro comida más saludable», etc. Cada problema que decidimos solucionar nos trae nuevos problemas, pero de mejor calidad, y ese proceso nos trae, tal vez no felicidad, pero sí satisfacción, y muchas satisfacciones traen felicidad.